Recordar a esa persona era como tragar una mosca, con una molestia en el pecho que no era nada cómoda, pero lo más doloroso era recordar cómo, en un momento de locura, había llegado a sentir algo por ella. No era el tipo de persona que se dedicaba a vengarse por aburrimiento, ni que maltrataba a quienes habían pasado por su vida. Sin embargo, tampoco podía ser como el joven de diecinueve años que era, prometiendo tonterías de por vida a cualquiera. Las promesas que alguna vez hizo ya habían sido rechazadas sin piedad, por lo que nunca habría una segunda oportunidad.
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